Viernes de Dolores

Reflexión ante la cruz

Es notorio que en nuestra sociedad actual se acrecienta una mentalidad militantemente laicista, alejada de la fe cristiana, más aun, de la misma fe en Dios. Se vive como si Él no existiese, se le niega o se le desconoce intelectual y culturalmente y no digamos el reto que se nos plantea hoy a la Iglesia universal, a los católicos de España y de nuestros pueblos, en los ambientes donde transcurre la vida y educación de nuestras jóvenes generaciones.

¿Reconocemos de verdad a la Virgen María cómo Madre de Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios y salvador del hombre?. ¿La reconocemos, por tanto, cómo nuestra Madre?

Si tú te haces estas preguntas, las respuestas te la da el “Misterio de Dolor” de Nuestra señora de los Dolores, allí en el calvario a los pies de la Cruz.

El centurión romano al morir Jesús dijo: “Verdaderamente este es el Hijo de Dios”. María es transida por el dolor humano y divino con la muerte de su Hijo y Dios. Él nos la da cómo Madre en su postrer momento, invitándonos a consolarla por toda una eternidad y ella a su vez nos acogerá maternalmente en nuestros días tristes, dolorosos, difíciles, sin sentido, agobiados, desalentados, abatidos…

Ella como Madre continua siendo no solo la “Luz y el aliento” de nuestras vidas sino también “La fuente” de los criterios morales y humanos que nos inspiran y guían.

Reconozcámosla pues como Madre de Dios, Madre de la Iglesia, Madre de todos los hombres y Madre nuestra.

MADRE DE LOS DOLORES

Crucificado en el madero                       Un puñal de fuego                      Fueron mis pecados
como un malhechor                                tu pecho atravesó                      los que le mató
está el Dios de la Vida                            de tus ojos hermosos                 tu dolor de Madre
el Sumo Hacedor.                                   un río brotó.                                lo provoqué yo.

La naturaleza tiembla                          Quedaste sin palabras                Madre de los Dolores
el sol se apagó                                        sin aliento, sin color                   imploro vuestro perdón
se le fue la vida                                      allí en tu regazo                          tú eres mi amparo
al Hijo de Dios.                                       yace el Redentor.                       el sendero del Amor.
Águeda Bautista Zafra

Esta entrada ha sido publicada en Devociones, Poemas, Reflexiones y etiquetada como . Guarda el enlace permanente.