Voto de silencio

El voto de silencio es uno de los mitos dentro de la Iglesia Católica.

En ninguna orden religiosa de la Iglesia Apostólica Romana se profesa el voto de silencio, ni siquiera en las que tienen fama de más penitencia, como los cartujos o los trapenses. Existe un voto, entendido como obligación, entre los seglares durante las procesiones de Semana Santa, en el que prometen guardar silencio hasta el final de la procesión.

Puede que durante la historia hubiese religiosos que voluntaria e individualmente decidiesen hacer este tipo de voto, pero en lo que se refiere a las constituciones y reglas de las órdenes contemplativas no aparece en ninguna de ellas. San Benito (480-547 d.C.) habla en su «Regula Monachorum», de evitar la conversación innecesaria, pero nunca prohíbe hablar, sería absurdo entre personas que viven en una comunidad porque deben entenderse de alguna manera. Es cierto que entre los cistercienses de estricta observancia desde el s. XVII hasta los años 1960, después del Concilio Vaticano II, se practicaba un código de signos gestuales, pero esto únicamente se usaba en zonas donde no se debía hablar como es el claustro o el oratorio.

Los tres votos comunes a todas las órdenes y congregaciones religiosas católicas son: castidad, pobreza y obediencia. Estos votos imitan a Cristo, que fue casto, nació y vivió pobremente, y fue obediente al Padre hasta su muerte en la cruz, de aquí que también se conozcan como consejos evangélicos. Algunas congregaciones de vida activa, como las hermanas de la Madre Teresa de Calcuta, añaden un cuarto voto prometiendo servir a los pobres.

La práctica del silencio estaría enmarcada dentro de lo que san Benito llamaba «conversio morum suorum», esto es comportarse propiamente como un monje o «conversión de costumbres», pero sin hacer voto de ningún tipo, simplemente asumiendo el silencio por respeto hacia un lugar y una comunidad de oración.

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