Lectio Divina: Un camino de LUZ

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Tras la «Jornada Pro Orantibus», muchos opinan sobre el papel de los contemplativos, pero pocos conocen de verdad cómo viven. Adentrarse en un convento de clausura es una experiencia reveladora: parece que los usos y costumbres se han detenido hace siglos y, sin embargo, el conocimiento de todo lo que ocurre en el exterior está del todo vigente. Los religiosos contemplativos, monjes y monjas, no se aíslan del mundo, ni viven del cuento. Los hombres y mujeres consagrados dedican a Dios su oración, su estudio y trabajo, para sostener con su plegaria a quienes siquiera conocen. Aunque muchos piensen que la suya es una vida fácil, dedicada a elaborar dulces o a coser ropas para la liturgia, la Iglesia sabe que su apostolado y sus obras de caridad dependen, en gran medida de lo que ocurre tras los muros de los conventos. Sus vidas no se tiran por la borda, ni se entierran vivas, ni son inútiles. Esos tópicos nacen del desconocimiento y de los prejuicios de una sociedad incapaz de distinguir lo urgente de lo importante.
«Las vidas de los contemplativos no se desperdician, sino que se entregan a los demás desde la oración»

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