La situación actual de la vida consagrada

¿Cómo va la vida consagrada? ¿Cuál es la situación de las religiosas, de los religiosos, de quienes han decidido entregar su vida a Dios viviendo en pobreza, castidad y obediencia, en una comunidad, congregación u Orden religiosa? Las respuestas a esta pregunta son muy numerosas, en general muy categóricas, y casi siempre parciales.

Genera muchas sorpresas el análisis actual de la situación de la vida consagrada en la segunda década del tercer milenio.

En el siglo XX surgió una auténtica primavera (término acuñado por Juan Pablo II) de nuevas realidades eclesiales, que van desde la Institución Teresiana hasta el Opus Dei, desde el Movimiento de los Focolares hasta Comunión y Liberación, desde la Comunidad del Emmanuel hasta el Sodalicio de Vida Cristiana, que han dado lugar a nuevas formas de vida consagrada.
Son miles y miles de nuevos consagrados, si contamos todas estas familias religiosas, que viven su entrega a Dios en la castidad célibe, casi siempre en comunidad, entregándose totalmente a la evangelización en los ambientes profesionales, o en nuevos apostolados educativos, asistenciales…

Ahora bien, es indudable que la obra misionera que en los últimos siglos han asegurado las Congregaciones y Órdenes religiosas quedará condicionada por su descenso numérico. Benedicto XVI hizo un análisis de la situación el 26 de noviembre, al recibir en audiencia a la Asamblea General de la Unión de los Superiores Generales de los religiosos.

Según la última edición del Anuario Pontificio Estadístico de la Iglesia, en estos momentos hay 739.000 religiosas (las que han pronunciado votos temporales o perpetuos) en el mundo. A inicios de los años ochenta, eran casi un millón. Al leer el dato muchos piensan en una debacle. Pero mientras su número desciende fuertemente en Europa, América y Oceanía, en Asia y África ha aumentado en los últimos diez años un 16% y un 21% respectivamente.
En el caso de los religiosos, los números también descienden, aunque en un porcentaje menor. Los sacerdotes religiosos son 135.000, mientras que en 1985 eran 151.000. Los religiosos no sacerdotes son hoy casi 55.000, mientras que hace 25 años eran 65.000.

En general, estas cifras junto con las estadísticas de vocaciones y de edades parecen ser bastante preocupantes, algunos dicen alarmantes. Reconocía el Papa: «El momento actual presenta, para no pocos institutos, el dato de la disminución numérica, especialmente en Europa». Añadía: «Las dificultades, sin embargo, no deben hacernos olvidar que la vida consagrada tiene su origen en el Señor: es querida por Él para la edificación y la santidad de su Iglesia, y por eso la misma Iglesia nunca estará privada de ella».
Por este motivo, el Pontífice presentó en la Asamblea de la Unión de Superiores Generales de religiosos la brújula que puede mostrar el camino para lograr una nueva primavera también en las congregaciones religiosas: «buscar a Dios», ser, «por vocación, buscadores de Dios».

El Papa también pedía a los religiosos: «Consagrad a esta búsqueda las mejores energías de vuestra vida. Pasad de las cosas secundarias a las esenciales, es decir, a lo que es verdaderamente importante; buscad lo definitivo, buscad a Dios, mantened la mirada puesta en Él». Y añadía: «Buscad a Dios en los hermanos que os ha dado, con los que compartís la vida y misión. Buscadlo en los hombres y en las mujeres de nuestro tiempo, a los que estáis invitados a ofrecer, con la vida y la palabra, el don del Evangelio. Buscadlo especialmente en los pobres, primeros destinatarios de la Buena Noticia. Buscadlo en la Iglesia, donde el Señor se hace presente, sobre todo en la Eucaristía y en los demás sacramentos; y en su Palabra, que es vía maestra para la búsqueda de Dios, nos introduce en el coloquio con Él y nos revela su verdadero rostro. ¡Sed siempre buscadores apasionados y testigos de Dios!».

El Pontífice les explicó cuál es el gran peligro que hoy viven los religiosos: «La vida consagrada corre el peligro de acomodarse a los criterios de este mundo: el individualismo, el consumismo, el materialismo; criterios que hacen disminuir la fraternidad y hacen perder fascinación y penetración a la misma vida consagrada». Por eso, como palabra clave para que los religiosos superen la crisis de años precedentes, el Papa les propuso el reto de la nueva evangelización: «La misión es el modo de ser de la Iglesia y, en ella, de la vida consagrada; forma parte de vuestra identidad; os empuja a llevar el Evangelio a todos, sin límites». Al despedirse de los Superiores de los religiosos, insistió con un consejo: «Id, por tanto, y en fidelidad creativa haced vuestro el desafío de la nueva evangelización. Renovad vuestra presencia en los areópagos de hoy para anunciar, como hizo san Pablo en Atenas, al Dios desconocido».

El Presidente de la Unión de Superiores Generales, don Pascual Chávez Villanueva, Rector Mayor de los salesianos, con motivo de esta Asamblea, presentó su radiografía de la vida consagrada: «Hemos visto que la solución al problema de la vida consagrada consiste en vivir su identidad profética, volviendo a ser significativa, valorando como un don también la minoridad, la pérdida de relevancia social».

De hecho, añadió que, «en la Europa de hoy, somos poco conocidos y menos apreciados, pero no importa». Al contrario, «lo que importa es ser lo que somos hasta el fondo: transmitir a los hermanos la experiencia cotidiana que hacemos de Cristo. Volver a Jesús y a su seguimiento radical: esto es para nosotros lo esencial». El Presidente también presentó, en nombre de la Asamblea de Superiores religiosos, tres desafíos: «Volver a encontrar la profundidad de la experiencia espiritual; construir comunidades en las que se viva con alegría el don de la fraternidad; y recuperar el carácter central de la misión y servirla con más transparencia».


Leído de la crónica de Jesús Colina.

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