«Brille la cruz del Verbo, luminosa,
brille como la carne sacratísima
de aquel Jesús nacido de la Virgen
que en la gloria del Padre vive y brilla.»
La Iglesia celebra el día 14 de septiembre la veneración a las reliquias de la cruz de Cristo en Jerusalén. Recordamos en este día el hallazgo de la Santa Cruz en el año 320, por parte de Santa Elena y su recuperación por el emperador Heráclito en el año 628, tras ser robada por los turcos.
En el Monasterio celebramos la fiesta patronal con una Eucaristía solemne a las 11:00.
«Mirad el árbol de la cruz,
donde estuvo clavada la salvación del mundo»
La Cruz es el trono de Cristo donde venció al pecado y a la muerte. Y es para nosotros el mayor de los símbolos de amor, el supremo amor que demostró Cristo al morir por nosotros y por nuestros pecados. Jesús cargó con su cruz, se echó a sus espaldas nuestras culpas, y nos pide que nosotros le imitemos; que carguemos con nuestra propia cruz pero sabiéndonos acompañados, alentados por su presencia. «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.» (Mt. 16, 24)
Los hombres debemos tener presente que el dolor es inevitable; pero hemos de recibirlo con confianza sabedores de que lo hacemos de las manos de Dios y que Él nos acompaña y nos consuela. El hombre que lo acepta, se santifica; quien lo rechaza, se amarga y se rebela.
«¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!
Jamás el bosque dio mejor tributo
en hoja, en flor y en fruto.»